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Enmarcando la resistencia: reflexiones a partir de un proyecto documental
Como parte de mi investigación de doctorado, pasé parte de mi tiempo en Colombia trabajando con MOCAO en un documental financiado por Wellcome sobre las actividades, ideas e historias de la organización.
Formado en 2019, MOCAO – Movimiento Contra las Agresiones Oculares del ESMAD, el cuerpo policial al que se le atribuyen más heridos – reúne a sobrevivientes de mutilaciones oculares durante protestas de todo el país. Supe que existían poco después de comenzar mi investigación sobre narrativas acerca de las lesiones oculares en octubre de 2021, solo un par de meses después de que estallara el Paro Nacional en abril de ese mismo año. Según la ONG Temblores , Paiis y Amnistía Internacional, la represión de las protestas masivas que asolaron el país durante más de dos meses dejó al menos 103 personas con heridas en los ojos, entre muchos otros casos de brutalidad policial, abuso sexual y desapariciones. Los líderes de MOCAO se activaron ágilmente para responder a estos nuevos casos, participando en foros institucionales y académicos para exigir reparaciones y garantías de no repetición, y brindando apoyo mutuo a los sobrevivientes. Recientemente han colaborado con organizaciones nacionales e internacionales para sistematizar sus casos, producir informes, y conectarse con grupos de sobrevivientes en todo el mundo, así como con grupos de víctimas de la violencia estatal en Colombia.
Me encontré con su trabajo una y otra vez mientras exploraba el archivo digital sobre lesiones oculares, y aunque encontré varias piezas que documentaban historias individuales, no había mucho sobre cómo había comenzado y crecido MOCAO. Con esto en mente, y pensando en la importancia de las narrativas grupales en torno a experiencias compartidas de violencia y discapacidad, me acerqué a Cristian Rodríguez y Juan Pablo Fonseca el año pasado para contarles sobre mi investigación y preguntarles si estarían interesados en embarcarse en un documental coproducido sobre MOCAO.
Durante un par de meses de reuniones en línea en diferentes zonas horarias y de coordinar al tiempo múltiples proyectos (MOCAO también estaba organizando su primera asamblea nacional para sobrevivientes de lesiones oculares en ese momento), planeamos lo que queríamos lograr y cómo.
Aunque originalmente había imaginado hacer toda la filmación y edición con la ayuda de los miembros de MOCAO que trabajaban en cine y televisión, ni Juan Pablo ni yo teníamos experiencia previa en producción audiovisual, por lo que decidimos agregar a Carlos Garzón, un experimentado cineasta (¡y piloto de drones!), al equipo. En las primeras etapas, nos ayudó a planificar el cronograma de filmación y a pensar en el sonido, la luz y las tomas ideales. También se sumó al equipo Daniela Buriticá, psicóloga que trabaja con sobrevivientes de violencia policial y presos políticos; su experiencia fue crucial para garantizar que el proceso de filmación del documental fuera psicológicamente seguro, así como para supervisar las sesiones de filmación, aportar ideas claves desde su trasegar como defensora, y brindar apoyo a los participantes cuando fuera necesario. Todos nos reunimos en persona por primera vez en marzo y arreglamos los detalles del primer día de filmación en la asamblea nacional de MOCAO, un evento de dos días apoyado por varias organizaciones de derechos humanos para el cual los sobrevivientes de todo el país estarían llegando a Bogotá.
Además de las diferentes charlas, paneles y talleres sobre temas que abarcaron desde el acceso a apoyo médico para víctimas de lesiones oculares y consideraciones para la reforma policial, la asamblea nacional permitió que personas radicadas en diferentes partes del país se reunieran por primera vez. Pudimos brindar más información sobre el proyecto a los miembros de MOCAO que no habían podido unirse a reuniones en línea anteriores.
Wil, Faber y Felipe, tres miembros de MOCAO de fuera de Bogotá que habían llegado para la asamblea, se quedaron en la ciudad una semana más para participar en actividades de filmación, incluyendo un día de visita a zonas de la ciudad que habían sido importantes durante las protestas, un taller de mapeo corporal, entrevistas individuales y cronologías de sus historias antes y después de unirse a MOCAO, entre otros.
Uno de estos eventos fue un taller de serigrafía donde se estamparon camisetas diseñadas por MOCAO para recaudar fondos para la organización.
También realizamos una proyección y coloquio de Ecce Ojo (dir. Iñès Compan), un documental sobre tres casos de lesiones oculares en Cali que se centró en las prótesis oculares realizadas por la Dra. Margarita Caicedo para las víctimas. Encontré esta película en los primeros días de mi investigación y me atrajo su representación de estas lesiones a través del trabajo de la doctora y su relación con sus pacientes y su oficio. Vi la película meses después del asesinato de Esteban Mosquera, quien era uno de los pacientes de Caicedo, y a cuya memoria acordamos que estaría dedicado el documental (además de otra sobreviviente que falleció el año pasado). La discusión fue rica y fomentó algunas reflexiones importantes entre los sobrevivientes sobre sus propias historias y su relación con la institución médica.
En nuestras primeras discusiones con Juan Pablo y con el grupo, notamos la necesidad de incluir historias de miembros de MOCAO que vivieron y/o fueron atacados fuera de Bogotá. Debido a las limitaciones de tiempo, desde el principio estaba claro que no podríamos filmar en muchos otros lugares, y una forma de sortear esto fue hospedar a Wil, Faber y Felipe en la capital. Sin embargo, esto aún no resolvía el problema de la sobrerrepresentación de Bogotá en el documental.
Una solución que se nos ocurrió fue viajar a diferentes lugares para filmar con los participantes usando una cámara que permanecería con el grupo después del final del proyecto. Terminamos filmando en Cali y Medellín, visitando lugares que habían sido importantes para los miembros del MOCAO radicados allí y documentando algunas de sus actividades cotidianas. Carlos nos ayudó a elegir una cámara adecuada para principiantes que luego también sería útil para que el grupo documentara sus actividades más allá del proyecto actual. Como mencionó Juan Pablo de paso, esto era crucial ya que MOCAO comenzaba a crecer y necesitaba dar su propia cobertura de participación en diferentes escenarios, como el encuentro nacional. Todas las fotos incluidas aquí fueron tomadas con esta cámara. Carlos también nos ofreció lecciones a varios participantes, enseñándonos los conceptos básicos de fotografía y filmación, y facilitando que los miembros de MOCAO que ya tenían algo de experiencia desarrollaran su conocimiento y práctica. Aún así, debe tenerse en cuenta que nuestra cobertura fue limitada y que aún se debe llamar la atención sobre la mutilación ocular fuera de las principales ciudades de Colombia.
Al momento de escribir este texto, estoy de vuelta en Exeter mientras Carlos y su equipo trabajan en la edición de más de 300 GB de material que logramos filmar, y estoy volviendo sobre notas y conversaciones para comprender cómo las narrativas individuales y colectivas, como las que emergerán de este documental- se constituyen y negocian. Si bien el documental se conceptualizó originalmente como complementario al trabajo de campo que realicé durante el mismo período de filmación, ahora lo veo como un componente central del proyecto empírico más amplio de la investigación doctoral. Es el aspecto del doctorado que probablemente tendrá el mayor impacto (con suerte, positivo), sobre todo porque es probable que sea el más accesible para el público en Colombia. El proyecto en curso (todavía tenemos mucho camino por recorrer en términos de edición y difusión) también me ayuda a mantenerme en estrecho contacto con MOCAO. Incluso, más allá de las cuestiones de impacto, en términos de escenarios de investigación y oportunidades de observación, los datos que emergen del proceso de producción del documental y, finalmente, de la película misma serán cruciales para suscitar y tramitar preguntas que pueden ser útiles para el futuro de MOCAO.
Un par de días antes de viajar de regreso, el equipo se reunió nuevamente para pensar en poner por escrito la intención del documental. Esto es, por supuesto, un desafío, dado que el documental busca representar una organización, un movimiento, como sugiere su nombre. Debe transitar por la fina línea de denunciar la victimización sin idealizar la supervivencia frente a unas heridas que persisten. Basándose en su experiencia cinematográfica, Carlos esbozó cuál podría ser el tono del documental: uno que denuncia las heridas pero centra la supervivencia. Sin embargo, como mencionó Daniela en esa misma reunión, la herida no desaparece. No se trata de que la vida continúe; lo hace, pero de manera diferente, y los impactos duraderos no se pueden borrar a favor de una narrativa de superación. La permanencia de la violencia es sutil, pero nunca despreciable. El desafío ahora, para el documental, es cómo hacer compatibles esas dos narrativas y cómo visibilizar el trabajo de MOCAO; cómo encuadrarlo, cuadro por cuadro.